Epistaxis anterior:
Puede controlarse apretando ambas aletas nasales durante 10
minutos mientras el paciente está sentado y erguido (si es posible).
Si esta estrategia no funciona, se tapona la nariz apretándola otros 10
minutos con una gasa de algodón impregnado de un vasoconstrictor (p. ej.,
fenilefrina al 0,25%) y un anestésico tópico (p. ej., lidocaína al 2%).
Otra posibilidad es realizar un taponamiento nasal con espuma,
recubriendo el tampón con un ungüento tópico, como p. ej., bacitracina o
mupirocina.
Si estos métodos son ineficaces, pueden utilizarse distintos
globos nasales comerciales para comprimir las zonas de sangrado.
La zona de sangrado puede cauterizarse mediante
electrocauterización o nitrato de plata con un
palillo aplicador.
Hay que ir con cuidado para no quemar la mucosa
demasiado profundamente, por lo que el nitrato de plata es el método preferido.
Epistaxis posterior:
El sangrado posterior puede ser difícil de controlar. Se
utilizan globos nasales que son más rápidos. Los taponamientos de gasa posteriores
son eficaces pero más difíciles colocar. Ambos métodos son muy incómodos; exigen
sedación y analgesia, y se requiere hospitalización.
Se administra un antibiótico (p. ej., amoxicilina/clavulánico
durante 7 a 10 días) para prevenir la sinusitis y la otitis media.
El taponamiento nasal posterior disminuye la presión de
oxígeno arterial y exige oxígeno.
Rara vez, la arteria maxilar interna y sus ramas deben ligarse
para controlar la hemorragia. Las arterias pueden ligarse con clips mediante
endoscopia o microscopía.
La necesidad de reposición sanguínea viene determinada por la
concentración de hemoglobina, los síntomas de anemia y las constantes vitales.