ENFERMEDAD
GOTA
La gota pertenece al grupo de las artritis por
microcristales, y se debe a la precipitación de cristales de urato monosódico
en los tejidos, dentro y alrededor de las articulaciones, lo que causa a menudo
artritis recurrente aguda o crónica.
La gota es más prevalente en hombre que en
mujeres, y, por lo general, aparece a edad mediana en los hombres y después de
la menopausia en las mujeres. La agregación familiar es frecuente.
El ácido úrico es el producto de degradación
de las purinas, integrantes de ciertas proteínas presentes en muchos alimentos (vísceras,
carne roja, marisco, etc.).
Cuando la concentración plasmática de urato
supera los 7 mg/dl se habla de hiperuricemia,
situación que puede deberse a un exceso de producción de ácido úrico por el cuerpo,
a una eliminación renal insuficiente de éste o a un consumo abundante de
alimentos ricos en purinas. Cuanto mayor sea la concentración plasmática de
urato, más elevadas serán las probabilidades de padecer gota.
La secuencia clínica habitual comprende la
progresión desde hiperuricemia asintomática a artritis gotosa aguda, gota
intercrítica y gota crónica con formación de todos.
En un primer momento, la artritis gotosa
aguda, que suele comenzar con un dolor agudo, a menudo nocturno, es
monoarticular y afecta con mayor frecuencia a la articulación
metatarsofalángica del dedo gordo del pie (podagra). Dolor, sensibilidad a la
presión, calor, enrojecimiento e hinchazón son las manifestaciones clínicas de
los primeros ataques de gota, que suelen duran sólo unos días. Más tarde, se
afectan varias articulaciones en forma simultánea o secuencial y, si no se
instaura un tratamiento adecuado, los ataques pueden persistir hasta 3 semanas.
Después, el intervalo entra ataques se acorta, hasta que, finalmente, el
paciente sufre varios crisis anuales.
En los casos crónicos de gota, los cristales
de urato pueden depositarse en las articulaciones, en la piel o en los riñones,
y causar lesiones permanentes.
Los tofos gotosos son una manifestación
frecuente en pacientes con gota crónica. Son pápulas o nódulos firmes, de color
amarillo o blanco, únicos o múltiples, que aparecen, por lo general, en dedos,
manos, pies y alrededor del olécranon o del tendón de Aquiles. Por lo general,
son indoloros, aunque pueden causar inflamación aguda y dolor, en especial en
la bolsa del olécranon. A veces, los tofos pueden irrumpir en la piel, con la
consiguiente secreción de masas de cristales de urato yesoso.
Además, debe tenerse en cuenta que cerca del
20% de los pacientes con gota desarrollan urolitiasis con cálculos de ácido
úrico o de oxalato de calcio, y que los pacientes con gota con frecuencia
presentan enfermedad cardiovascular y síndrome metabólico asociados.
SÍNTOMAS
GOTA
El dolor en una articulación se produce cuando iniciamos un movimiento o tras un reposo prolongado y puede acompañarse de calor, enrojecimiento o inflamación
Son pápulas o
nódulos firmes, de color amarillo o blanco, únicos o múltiples, que aparecen,
por lo general, en dedos, manos, pies y alrededor del codo o del tendón de
Aquiles. Los tofos gotosos son una manifestación frecuente en pacientes con gota crónica.
DIAGNÓSTICO
GOTA
En pacientes con artritis monoarticular u
oligoarticular, especialmente si son ancianos o pacientes con factores de
riesgo, debe sospecharse gota, siendo altamente sugestivas la podagra y la
inflamación recurrente del empeine.
Pero, además de los criterios clínicos y de la
determinación analítica de los valores de urato en suero, el diagnóstico de
artritis gotosa requiere la observación directa, a través de microscopio de luz
polarizada, de los cristales de urato monosódico en el líquido sinovial de la
articulación.
La radiografía de la articulación afectada
permite detectar tofos óseos, aunque, si ya se ha establecido el diagnóstico
mediante un análisis del líquido sinovial, resulta innecesaria.
TRATAMIENTO
GOTA
La falta de adherencia al tratamiento, el alcoholismo
y una prescripción de fármacos inadecuada son los responsables de la mala respuesta
terapéutica que se observa en algunos pacientes.
La hiperuricemia
asintomática, en la que hay elevación de la concentración sérica de urato en
ausencia de gota clínica, no suele requerirse tratamiento.
Los antiinflamatorios no esteroides (AINE) fuertes
(diclofenaco o indometacina), la colchicina (en caso de no ser posible la
ingesta de AINE) y los glucocorticoides intraarticulares (cuando la vía oral no
es posible, cuando los anteriores estén contraindicados o cuando haya
resistencia a los primeros) forman parte del arsenal terapéutico en el tratamiento de las crisis.
Cuando la crisis
finalice, se empezará con el alopurinol (hipouricemiante que disminuye la
síntesis de ácido úrico), que no deberá abandonarse ni que aparezca una nueva
crisis en pleno tratamiento. Los uricosúricos, como la benziodarona, podrán
utilizarse para aumentar la eliminación renal de ácido úrico.
Junto con la colchicina, el alopurinol será la
elección en el tratamiento de base.
En alguno casos de gota crónica, podrá ser necesaria la extirpación quirúrgica de los
tofos.