La anamnesis y la exploración física pueden detectar una
arritmia y dejar entrever posibles causas, pero el diagnóstico exige un
electrocardiograma (ECG de 12 derivaciones) o una evaluación del ritmo, que es menos
fiable, preferentemente durante los síntomas para establecer la relación entre
los síntomas y el ritmo.
El ECG se realiza de forma sistemática para medir
intervalos e identificar irregularidades sutiles. Las características diagnósticas
principales son la tasa de activación auricular, la velocidad y la regularidad
de la activación ventricular, y la relación entre ambas.
Las señales de activación irregulares se clasifican como
regularmente irregulares o irregularmente irregulares (sin patrón detectable). Las
señales regularmente irregulares son una irregularidad intermitente en un ritmo
de lo contrario regular (p. ej., latidos prematuros) o un patrón predecible de
irregularidad (p. ej., relaciones periódicas entre grupos de pulsaciones).
Finalmente, el registro Holter de 24 horas nos permite
descubrir episodios en cualquier circunstancia y momento.